05 diciembre, 2007

Recuerdos del Zoo

La semana pasada colgué un post en Estrellas y Caracoles ilustrando del tema de la semana de Illustration Friday: "el Zoo". Se me ocurrió preguntarle a Joaquín qué le parecía y su respuesta, via e-mail, fue larga y sin desperdicio:

"También, ya te vale pedirme comentarios sobre el Zoo, como si no me conocieras. Tu lo has querido.
Bueno, esa historia de Max la recuerdas bien. Otra de las muchas cosas que hacían encoger el corazoncito de un trabajador de zoo, y que me hacían preguntarme qué coño hacía yo trabajando en un lugar en el que los animales están vivos, sí, rescatados de comercio ilegal a veces, sí, criando y aumentando de número cuando quedan muy pocos, también; pero ¿a qué precio?.

El final de Max fué triste. No salió de una anestesia. Teniendo en cuenta que sólo había 50 drils en cautividad, la pérdida no fué sólo personal, sino algo más.

El privilegio de expulgar y ser expulgado por unos macacos negros que consideraban al resto de los humanos como seres sólo merecedores de ser asesinados, la posibilidad de jugar (dolorosamente) con 8 jovencitos de chimpancé (qué bestias, Dios); de tocar un bebé de panda rojo, de tener varios suricatos vigilando posibles enemigos desde la atalaya de mis hombros; La alegría mañanera de saludar a King, el tigre de Bengala, oliéndonos por la rendija de la jaula o viendo cómo saltaba al agua para acercarse cuando estaba en la instalación exterior; El asombro de un muy asustado humano tocando a través de las rejas interiores la piel de un gorila de más de doscientos kilos;Compartir unos plátanos con una orangutana pasando olimpicamente de las risas del público que miraba desde fuera; De tocar los larguísimos brazos de unos gibones con los que incluso los cuidadores tenían que tener cuidado; La petición silenciosa de una morena de dos metros para que le rascara la tripa, metiendo las manos en su acuario; El increible tacto de una pitón de sesenta kilos; El convencimiento de que no me quedaría un hueso sano en el brazo al sentir la fuerza de las garras de un búho real o un águila negra africana; El descubrimiento de la fuerza moral y la capacidad de sacrificio personal de algunos cuidadores en su lucha por hacer lo mejor posible la vida de sus animales, recibiendo con generosidad y alegría la presencia de alguién tan pesado como yo. 15 años de recuerdos... Madre mía, yo qué sé. ¿Querías vivencias?. Pues no sé qué decirte.

Nunca agradeceré lo suficiente la oportunidad del contacto con tantos animales (aunque enjaulados) y de algunos cuidadores, que me han enseñado tanto y me han hecho mejor persona. Estoy muy satisfecho también con haber hecho un trabajo tan complicado como el de provocar el asombro y la empatía en un montón de niños. Casi estoy seguro de haber conseguido que sientan algo parecido a lo que sentimos muchos por los bichines.Espero haber contribuido a bajar el número de muertes por pedrada.

Para intentar dilucidar la disyuntiva de dónde está la bestialidad, fuera o dentro, te recuerdo una anécdota que ya te conté:

Un padre y su hijo pequeño recogían bellotas de una encina. Como en un Zoo eso sólo tiene una explicación probable, me quedé por allí mirando y rezando para que no escogieran a Coco y Blacky. Esperanza vana. Se dirigieron tan contentos a la jaula de los macacos negros. El niño les ofreció una bellota y, como hacía siempre con los niños, Coco hizo ver que la cogía, para inmediatamente intentar la misión imposible de arrancarle el dedo al niño. Éste empezó a llorar asustado, y su padre comenzó a lanzar las bellotas contra Coco, aunque todas rebotaban contra los barrotes. Me acerqué y le dije: "Pero, ¿qué hace?" me contesto que el mono había atacado al niño. Le contesté: "Ya lo he visto. ¿no ha leído el cartel?" (Cartel rojo: ANIMAL PELIGROSO. NO ACERCARSE) me aclaró que el niño era muy pequeño y no sabía leer. Le contesté que su padre era adulto y que sí sabía leer, por lo que la responsabilidad de lo que había pasado era suya y no de Coco. Me contestó que no comprendía cómo le decía eso, si el que había atacado era el mono. Le respondí: "Caballero, si el lado inteligente de la jaula fuera el de dentro, el cartel lo habrían colocado mirando hacia el interior". El padre se quedó callado mirándome durante un par de segundos. Parecía que estaba decidiendo si le estaba insultando o no. Por suerte, parece que decidió que no, porque cogió al niño (que seguía llorando) y se alejó diciéndome que ese mono era un cabrón.

Después de todos estos años, lo que todavía me sigue sorprendiendo es que, afortunadamente, NO ME ENTENDIÓ. La conclusión a la que llegué es que para saber en cada caso dónde está el lado bestia de la jaula, sólo hay que quedarse a mirar un rato.
A modo de descargo, he de decir que después de que Coco ha soportado durante toda su vida el griterío de los grupos escolares, los intentos de quemarle, cortarle, envenenarle, ¡Sacarle los ojos!, y otras lindezas... Le entiendo. También entiendo la subida de adrenalina de un padre que, al fín y al cabo, lo único que intentaba era hacer feliz a su hijo pequeño permitiéndole hacer un regalo a un monito.

Así que, como siempre en el Zoo, no sé a qué carta quedarme. La droga del Zoo tiene un sabor agridulce y no te deja llegar a conclusiones racionales por más que lo intentes.
Un abrazo.
Joaquín."

9 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este post tuyo me ha llevado a contaros algo: se ha muerto Carmen. Tuvo una vida larga (para ser perra 15 años son muchos), y vivió feliz y recibiendo nuestro cariño y cuidados cada día.
No perdais la fé en la raza humana... somos muchos los que amamos a los animales y lloramos muchísimo cuando alguno se muere.

05 diciembre, 2007 13:21  
Blogger Nemo said...

Hola, Guapísima, lo siento un montón...espero que estéis bien.
De todas formas, evidentemente estamos haciendo hincapié en la parte negativa (¿algún voluntario para escribir un post defendiendo a la raza humana?).
Un besito muy gordo para todos y Feliz Cumpleaños!!! (no sé si te llegó mi correo).

05 diciembre, 2007 13:43  
Blogger bestiaparda said...

¡Ahh... la raza humana! ¿Qué sería del planeta sin la raza humana? A pesar de lo que se empeñen en decir los ecologistas, la realidad es que los humanos efectúan una sana diezma de las especies menos adaptadas... menos adaptadas a nosotros, por supuesto. Basta ya, de la libre y anárquica proliferación de especies inútiles, aunque monas y decorativas, cierto es. Lo que no resista el progreso, no merece la pena ser conservado.
Nada más triste que la lenta y lloriqueante agonía de las "especien en vías de extinción", si no se deciden habrá que ayudarlas, ¡100 pavos por un lince, leches!

05 diciembre, 2007 17:07  
Blogger lala said...

Precioso post! A ver si te dejas caer por aquí Joaquín.

Siento mucho lo de Carmen, Enmascarada. No podía tener mejor vida que a tu lado. Seguro que aprendió a reir (aunque dicen que sólo rien los humanos, ¡qué bobada!).

Y qué bestia es mi BestiaParda! aunque todos sabemos que tienes un ser encantador en tu interior. Un día de éstos te pelo para conocerlo!! ¿suena obsceno lo de pelarte? :-O

05 diciembre, 2007 22:24  
Anonymous Anónimo said...

No me ha llegado ningún correo tuyo. Por si se te ha perdido mi dirección es lamulanegra y lo que sigue.
Os echamos de menos, petardillos.

06 diciembre, 2007 11:29  
Blogger Met said...

Cada vez que veo un animal en una jaula siempre pienso lo mismo: "¿No deberimos meternos los humanos en jaulas y los animales libres?"
Con el mail de Joaquin me queda claro el cartel debería estar hacia dentro de la jaula diciendo algo asi: "Idiotas que se creen superiores, cuidado capaces de hacer cualquier cosa irracional"
No sé si los zoos con buenos o malos pero sinceramente, me da un poco de pena.

06 diciembre, 2007 21:38  
Blogger triskel said...

Sin dudas me quedo con "Caballero, si el lado inteligente de la jaula fuera el de dentro, el cartel lo habrían colocado mirando hacia el interior" (sic). Sublime.

Y estoy de acuerdo con Ozo: creo que los carteles debieran estar hacia dentro.

No, Nemo. Lamentablemente yo tampoco rompo una lanza en pro de la Especie (¿?) Humana. No se lo merecen.

(cierto, ésto está que arde).

11 diciembre, 2007 11:31  
Anonymous Anónimo said...

¡Qué dificil! para que conste, mi comentario fué algo negativo por el planteamiento inicial de la historia, pero también hay visitantes de zoo sensibles, respetuosos y admirables. Como hay muchos, te cuento uno que es corto y representativo. Un abuelete entró al Zoo con su nieto. Le llevó a la triste instalación antigua de los gorilas (cartel medio podrido de viejo: "instalación provisional") y le dijo al nieto: "así es como nunca hay que tener un animal". Le seguimos, y directamente, salió del Zoo. Precio de las dos entradas: casi 30 euros. Espero que la lección no se le haya olvidado.

Maravillosa ilustración, tanto en diseño como en la transmisión de tu idea de manera simple, directa y atractiva. Felicidades.

12 diciembre, 2007 11:04  
Blogger Nemo said...

Hombre, Chimo, por fin te has animado! La historia me parece preciosa, ojalá todos tuvieramos abuelos así...el Mundo funcionaría mucho mejor.

12 diciembre, 2007 13:38  

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