10 abril, 2009

Terca pequeñez fría (Sapa)

La tierra, inacabablemente húmeda. La mano pequeña, frágil, fría, muy fría, muy pequeña, con un instrumento sobado y sucio entre los dedos. Toda ella sigue andando por ahí… no sé dónde, en algún sitio húmedo, eterno; y no supe, no quise, atrapar entonces.

Vocecilla de suspiro, casi inaudible, desde su profundo paso húmedo, allí abajo, pequeña, susurrando, menuda. Vendiendo pequeñez sucia, sobada, frágil, fría, se fue escurriendo…, olvidada, perdida, ida, olvidada ¿dónde estás?

Esa mano me hablaba de todos sus hermanos pequeños y de sus hermanos mayores, pero no me di cuenta. Y ahora no quiero olvidar esa mano pequeña, fría, que sin aferrarse se agarraba y me contaba de las largas horas viendo caer la lluvia bajo aquel sombrero blando, del largo camino desde casa para llegar aquí y vender un nada sucio e invendible (mudo sueño imposible), de tantos días iguales, uno tras otro. De tantas cosas me hablaba que yo no oía, de tantos mundos mudos que no puedo imaginar ni medir; de un mundo que no he visto, y que solo intuyo.

Una mano que no sé cómo se me ha ido enganchando en el alma; y se me ha metido dentro sin que me de cuenta.

Una pequeña mano fría se ha amarrado a la mía.

2 Comments:

Blogger Nemo said...

Es lo que tienen las manos; por muy frías que estén, siempre tienen en el centro, justo en el centro de la palma, una esfera de calor, una bola naranja y tibia que irradia, que emite, que llena, que traspasa; con la facultad de deslizarse a la otra mano y de ahí, a la muñeca; y de ahí, al brazo; y de ahí, al hombro; y de ahí, directita al corazón.

10 abril, 2009 11:22  
Blogger batiscafo said...

Qué razón tienes!

10 abril, 2009 12:39  

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